LA PAZ – Tim y Tom Coronel terminaron la sexta etapa del Rally Dakar sin contratiempos. El especial incluyó una neutralización a mitad del día para cruzar la frontera entre Perú y Bolivia, tras lo cual los hermanos holandeses se dirigieron al bivouac en lo que restaba del tramo a buen ritmo. En el lugar donde se apostaban la asistencias, los esperaba una grata noticia: una noche para pasar en un hostel con ducha y la jornada de descanso.
“Una vez más, nos enfrentamos con un duro compromiso”, reflexionó Tom. “La primera parte era típica de un tramo de rally. Allí, Tim le imprimió buena velocidad a la camioneta, que se comportó bien. Por momentos, íbamos verdaderamente rápido y superando a varios contrincantes. Cerca del reagrupamiento, algunas cosas se salieron de los esquemas. Suponíamos que habíamos sufrido un pinchazo en una de las ruedas traseras, pero la realidad es que la presión de los neumáticos estaba tan baja que las llantas simplemente se fueron salieron de lugar. Fue nuestro error olvidarnos de controlar eso. Creíamos que nos iba a ir peor. En la frontera, nos detuvimos en la asistencia del equipo Mini, que nos prestó un compresor con el cual pudimos solucionar el asunto”.
Tim venía motivado cuando encaró una zona que parecía ser una pileta de barro: “¡Nunca imaginamos que serían 50 kilómetros los que recorreríamos en el lodo! Pensamos que era imposible atravesar el sitio, pero lo hicimos. El parabrisas se empañaba cada dos por tres. Levanté el pie del acelerador para que Tom pudiera limpiar desde adentro. Maik Willems nos pasó al triple de velocidad hasta que nosotros pudimos recuperar el ritmo inicial llegando al final, cosa que conseguimos antes de que oscurezca”.
Una muy cálida bienvenida fue la que recibieron los gemelos de la escuadra Coronel Dakar Team al momento de su receso ya en suelo boliviano: “Nos dirigíamos rumbo a La Paz y al menos por 40 kilómetros manejamos bordeando un cordón humano. ¡Era increíble! Nos saludaban, nos gritaban y nos mostraban banderas y carteles. Eran todos fanáticos del Dakar. Hasta el Papa hubiera estado celoso de un recibimiento así”.
Después de una breve ceremonia con rampa, llegó la hora de la recompensa. “El equipo entero pasó la noche en un hostel propiedad de un holandés que vive en la ciudad. Al fin disfrutaron allí de una cama real, de una ducha tibia y de una comida casera. Tom comentó: “Cuando vi la almohada, me tire a la cama sin demora. Aparentemente, estábamos necesitados de unas horas de sueño”